2012: ELECCIONES EN
PELIGRO DE
LEGITIMIDAD
Por José Martínez M. (*)
México, D. F., a 28 de junio de
2012
Hace 24 años la víspera de las
elecciones presidenciales de 1988, visitaba en su casa a don Emilio Krieger
Vázquez a quien me unía una profunda amistad. Krieger era magistrado del
tribunal electoral y fue el único que impugnó el triunfo de Carlos Salinas de
Gortari, razón por la que renunció a su cargo al considerar que se había
cometido un fraude electoral y que, por lo tanto, el nuevo presidente de México
adolecería de un severo problema de legitimidad. Tras las elecciones, Krieger
hizo llegar su renuncia a los diputados del Congreso que era el órgano jurídico
responsable de los nombramientos del cargo de los magistrados.
Tras su
renuncia, invité a don Emilio a escribir en el periódico El Financiero, donde yo
me desempeñaba como editor del área de análisis político. Le comuniqué de este
asunto al director y autorizó. Krieger aceptó y escribió de inmediato un par de
textos sobre legitimidad y legalidad. Krieger fue uno de los más connotados
abogados constitucionalistas y maestro emérito de la UNAM. Amigo personal del
general Lázaro Cárdenas, don Emilio junto con Carlos Fernández del Real, fueron
los abogados de los presos políticos del movimiento estudiantil de 1968. Krieger
protegió y ofreció refugio a dos celebridades: al ingeniero Heberto Castillo y
al líder del Partido Comunista Mexicano, Arnoldo Martínez Verdugo, ambos
perseguidos por el gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz.
Invariablemente
cuando don Emilio me invitaba a comer a su casona de Coyoacán –que antes había
sido propiedad del astrónomo Guillermo Haro, esposo de Elena Poniatowska–,
disfrutábamos de un par de tequilas como aperitivo, cosa que repetíamos en otras
ocasiones, en especial cuando solíamos comer en la Fonda del Pato, en la Zona
Rosa. Nuestras charlas siempre versaban sobre nuestra malograda democracia y
nuestro corrupto sistema político.
Don Emilio fue un incansable defensor
de las causas sociales, en particular de los más desprotegidos, como lo fue
también su tío, el abogado tamaulipeco Emilio Vázquez Gómez, quien apoyó a
Francisco I. Madero y quien lo nombró secretario de Gobernación, cargo al que
renunció Vázquez Gómez con el presidente Madero. Vázquez Gómez era un liberal
que no encajaba en el gobierno conservador de Madero. Como su tío, don Emilio
Krieger fue siempre políticamente incorrecto. Era un agudo abogado que le
gustaba llamar a las cosas por su nombre. Sin rodeos, al pan, pan y al vino,
vino. Para él, Salinas de Gortari era un impostor.
Han pasado 24 años
desde entonces, cuando el país experimentó una de las elecciones presidenciales
más polémicas. Las elecciones del “fraude cibernético”, las de la “caída del
sistema”.
La noche de la elección (6 de julio de 1988), los datos que
liberaba la Comisión Federal Electoral por medio del secretario de Gobernación,
Manuel Bartlett Díaz, se interrumpieron. A las 20:00 horas del mismo día, se
presentaron en Gobernación los candidatos Manuel Clouthier, Cuauhtémoc Cárdenas
Solórzano y Rosario Ibarra, denunciando la ilegalidad del proceso. En los días
posteriores a la elección se realizaron diversas manifestaciones que expresaban
el descontento por la manera en que se llevó a cabo la elección.
Las
boletas de votación, que la oposición exigía que se hicieran públicas para
aclarar las anomalías, fueron destruidas por decisión de la Cámara de Diputados.
El resultado oficial fue 50% para Carlos Salinas (9,687,926 votos), 31% para
Cuauhtémoc Cárdenas (5,929,585 votos) y 17% para Manuel J. Clouthier (3,208,584
votos).
En los últimos 24 años México ha transitado por un camino de
obstáculos. El PRI perdió el poder tras 71 años de gobernar de manera
ininterrumpida, se sufrió el magnicidio de un candidato presidencial, se
registró un alzamiento armado, el país ha atravesado un largo periodo de crisis
económica y el gobierno desató una carrera frontal contra el narcotráfico que ha
costado más de 60 mil muertos, un partido de oposición asumió el reemplazo del
PRI en el poder, pero el PRI siguió firme sin perder su hegemonía y amenaza con
regresar al poder a patadas, como fue sacado por el PAN.
¿Qué ha cambiado
entonces? La respuesta es que siguen los mismos vicios: los partidos de siempre,
la misma clase política, la corrupción y la impunidad, el desempleo, la
marginación y la pobreza. Sin excepción en todos estos años todos los candidatos
presidenciales han lucrado con la bandera de los problemas sociales, por cierto,
éstos cada vez más graves.
En qué se traduce todo esto. En la falta de
credibilidad y confianza en las instituciones. No hay legitimidad, no hay
consenso social ni político. No hay liderazgo político. Desde los tiempos del
general Lázaro Cárdenas no hay un estadista. Eso explica en buena medida porqué
cada vez es mayor el número de abstencionistas. Entre 1988 y 2006, según el IFE
aumentó en 20% el número de abstencionistas.
Si bien México es una
democracia en cuyo sistema de gobierno la soberanía del poder reside y está
sustentada en el pueblo, que por medio de elecciones directas o indirectas,
elige a las principales autoridades del país, ¿por qué no hay consenso?, ¿por
qué tenemos un problema de legitimidad política?
Cada vez son más
millones de personas las que no votan. Por ejemplo, la falta de consensos la
podemos ver en la diferencia de votos de la elección del 2006, Felipe Calderón
obtuvo 14 millones 916 mil 927 votos en contra de 14 millones 683 mil 96 votos a
favor de Andrés Manuel López Obrador, la diferencia fue de 233 mil 831 votos, es
decir 0.56% de los sufragios emitidos, menos del uno por ciento.
Aquí hay
un problema de legitimidad y aún peor si se le agregan los casi 9 millones de
votos que obtuvo el PRI. Y a lo que habría que sumar a los abstencionistas. Es
decir, en las elecciones 2006, el IFE registró a 71 millones 374 mil 373
electores, pero la participación fue de 58.55% de los ciudadanos empadronados.
Eso significa que Calderón fue electo con el respaldo de apenas el 21% del
electorado total. Es decir, Calderón contó sólo con dos de cada diez ciudadanos
con derecho a votar. Por eso Calderón recurrió a “legitimarse” con la guerra
declarada al narco y el apoyo de las fuerzas armadas.
Esto plantea una
crisis de gobernabilidad. Los datos son duros. Calderón ha sido un presidente
sin legitimidad, como lo han sido los últimos presidentes desde Carlos Salinas
de Gortari. Lo peor puede estar por venir. Aunque las encuestas digan que
Enrique Peña Nieto tiene la mayoría de las preferencias de los consultados eso
no significa que tenga consenso. No se trata de ganar las elecciones sino de
gobernar con consensos que es igual a legitimidad.
Bien lo decía el
constitucionalista Emilio Krieger, un presidente sin legitimidad puede terminar
por ser un impostor.
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*José Martínez
M., es periodista y escritor. Es Consejero de la Fundación para la Libertad de
Expresión (Fundalex). Es autor del libro Carlos Slim, Los secretos del
hombre más rico del mundo, y otros títulos, como Las enseñanzas del
profesor. Indagación de Carlos Hank González. Lecciones de Poder, impunidad y
Corrupción y La Maestra, vida y hechos del Elba Esther
Gordillo.
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