viernes, 21 de octubre de 2011

El Duque ha muerto, “Viva el Duque”.

Déjame que te cuente…Por Sergio M. Trejo González

Hace apenas unos días, “en vida hermano, en vida”, platicaba sobre don Guillermo Domínguez Dalzell. Decía que tal personaje no correspondía a nuestra época ni al entorno que nos ha tocado vivir“… Parece ser obtenido de los cuentos de los príncipes azules, aquellos que rescataban doncellas monacales, esas infantas que permanecían en claustro hasta que resultaban salvadas; de esos cuentos guiados por el prototipo que manejaba Walt Disney o los que conocimos en las series del “Teatro Fantástico” de don Enrique Alonso, el genial Cachirulo, que solía narrar en la televisión, cuando hasta el arcoíris salía en blanco y negro. Veíamos pasear alguna vez por el parque a don Guillermo, cuando nuestra provinciana ágora estaba poblada de framboyanes, algún par de eucaliptos añosos, y el simbólico “Bombín”, una persona que parecía tener esa magia de soberano, dado a que encajaba con la idea que se les inculca desde niñas a las mujeres.
No exagero en mi opinión porque de verdad que tenía mi personaje, y tiene todavía, mucho de los príncipes celestes de mis lecturas triviales. Clase, personalidad, seriedad, inteligencia, incluso nos muestra su enorme sensibilidad cuando nos obsequia tópicos nostálgicos donde asoma mucho de la esencia de su corazón, lo cual considero debiera ser el factor principal que debiera explorarse antes de comenzar a definir a cualquier príncipe…
Pero bien, vamos a colgar el Cuento del Príncipe Azul y dejar a un lado las cuestiones románticas de conquista… bodas maravillosas que salen publicadas en la revista “Hola”… Situémonos en Acayucan donde nació, un 30 de mayo del año 1936, y vive un Guillermo Domínguez, que efectivamente significa un galán de novela, pero no es un cuento porque lo tenemos en vivo y a todo color… El señor Guillermo se halla en nuestro escenario, en la nobleza mexicana, de realidad tercermundista; con bastante holgura económica pero con las preocupaciones ciudadanas que, bajita la mano, deja sentir a quienes deciden la política del estado, instalando estratégicamente a sus allegados. El hombre se preocupa por Acayucan y eso es valorado por quienes lo escuchamos... permaneciendo al margen, lo más que puede.
Inteligente dije, y preparado, es el hijo de don Rubén Blas Domínguez Dodero y doña Chabelita Dalzell de Domínguez. Lo vimos desde que comenzamos a mirar, siempre ahí, en el centro histórico de nuestro Acayucan, en el calor de una casona de tejado clásica y aspecto señorial, con pilares y corredor bordeado de balaustres, envuelto de reliquias. En esa esquina de Constitución y Negrete, lugar desde donde su padre dispuso de muchos cargos y ejerció muchas responsabilidades que tienen que ver con el desarrollo de nuestra ciudad. Don Rubén fue Presidente Municipal y amigo de un Presidente de la República que derramó beneficios a nuestra ciudad. Don Guillermo no ha tenido más remedio que adoptar el roll de vida que su condición le ha concedido. Se desenvolvió buen tiempo como Presidente del consejo de la Central de Promoción Rural “Miguel Alemán”, un organismo filial de la fundación “Miguel Alemán Valdés”, destinado a conceder créditos a personas sin acceso a los bancos, sobre todo a campesinos y a mujeres.
De Guillermo Domínguez se pueden decir muchas cosas... un sibarita, de gustos exquisitos en la comida, en la bebida, en la música. De sonrisa franca. Con la mano en cuyos dedos abraza un puro apagado y acostumbra el sombrero fedora; viste con buen gusto. Un hombre sin exageración en sus modales respecto a la caballerosidad ni a la galantería. Imposible que pase desapercibida su presencia o su prestancia… es un “Hombre con Charme”.
Ha compartido vivencias con altos personajes del mundo social y el político, como de niño participó en juegos, con primos y hermanos de pila, que todavía recuerdan quienes cuando acostumbraba amarrarse a la cintura el cordel de las pandorgas o barriletes, que amenazaban con levantarlo por la fuerza del viento.
Tuvo, Guillermo Domínguez Dalzell, la inquietud de publicar su trabajo literario encerrado en una obra titulada: “El Misterio de la Coprera”. Una novela, escrita con peculiar estilo, que nos lleva al mundo a la vez mágico y real de la imaginaria aldea del trópico, revisada por Roberto Williams García, presentada, si mal no recuerdo, un 10 de junio de 1993, en la Sala de Cabildos, por Joel Vargas Cruz y Tomás Sánchez Quevedo.
Me atrevo a opinar de su libro: Que prevalece el manejo político propio de los antiguos caciques; personajes con mucho poder que vivían en la provincia pero trascendían a la gran metrópoli. Inspirado, don Guillermo, seguramente por algunas experiencias personales, escribe sobre un enigma en las plantaciones cocoteras, con hechos sangrientos, con fantasmas y cosas extraordinarias, que se reviven y repiten de manera periódica, de manera ficticia y forma parecida a los tiempos cristeros… La vida de Guillermo Domínguez, a pesar de su posición, no bordea la frivolidad del glamur, el boulevard ni la dolce far niente. Porque el "niente" no es absoluto, en su caso por lo menos es relativo.
Observamos que su devenir oscila entre la cotidiana contemplación, la lectura, la relajación, la vigilancia, el paseo y el balancín de sus recomendaciones y sugerencias sobre algunos inconvenientes citadinos.
En tiempos normales a “Guillo” (Apócope o hipocorístico guajiro para Guillermo) se le encuentra cotidianamente en su restaurante en los bajos del “Hotel Plaza”, desde donde regala saludos y comparte su tiempo con los comensales, que apreciamos la cortesía y caballerosidad de un hombre distinguido e influyente, que nos estrecha la mano para que podamos tocar a un príncipe de verdad, caracterizando a un Señor.
Buen patrón, buen vecino. Amigo de sus amigos. Eso es bastante en estos tiempos de competencia y lucha, de envida y escamoteo. Un acayuqueño versallesco, asturiano o monegasco, aristocrático, que convive entre nosotros sin hacer melindres ni desaires, lo vemos acompañado por un par de amigos, naturales al extremo de la espontaneidad, y por damas que deben sentirse muy halagadas porque, siendo de cunas diferentes, las cultiva y las consiente…”
Luego de tal entrega, tuve la deferencia de una llamada telefónica de don Guillermo, para decirme, con alegría manifiesta: “Gracias Sergio, porque sin ser mi cronista oficial conoces bastante de mi vida. Te invito para que platiquemos de mi próximo libro “Engaños y traiciones”... me gustaría platicar algunos detalles de la presentación, nos vemos la próxima semana…”
Así quedamos, y andaba su servidor en la jiribilla de la exposición de la obra (de LXXXVI capítulos distribuidos en 343 páginas, más el epílogo) con Maximiano Figueroa Guillén, Doña Anita Lara y la señora Eva López Robinson… cuando me dicen que don Guillermo Domínguez falleció, a las seis de la mañana, de este 21 de octubre, en una clínica de Coatzacoalcos.
La noticia me deja consternado… quedaba en el tintero la confirmación por don Guillermo Domínguez Dalzell, acerca de su pseudónimo literario, que obedece a la ocurrencia de Arturo Avendaño, quien en cierta ocasión realizó entre amigos la ceremonia que le concedió el título, con el que firma sus libros, levantando una escoba por encima de la cabeza y luego por sus hombros, diciéndole: “Tu eres, El Duque de Aca”.
El sábado 29 de octubre tendría lugar la presentación de “Engaños y Traiciones”, pero… El creador de vidas, el que decide y dispone, tenía sus propósitos y entonces… murió Guillermo Domínguez Dalzell: La comarca de Acayucan yace, apaguen la luz del sol, sequen los mares, ábranse los cielos, bajen los estandartes de fiesta, suban los pendones de luto a media asta: Sir William D. Dalzell, ha muerto.
Descanse en paz.

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