lunes, 11 de julio de 2011

Los abogados no tienen corazón

Columna: Déjame que te cuente. . .


Por Sergio M. Trejo González


Hoy, martes, es 12 de julio, Día del Abogado… Ya todos lo saben. A las 3 de la tarde. Se anuncia una comida en cierto restaurante ubicado en la salida hacia Oluta, como lugar donde los Licenciados en Derecho habrán de celebrar. Todos unidos, ya sin la atmósfera de que un grupo por aquí otro por allá. Como buenos hermanitos, en el relax, sin la brega cotidiana, estaremos quienes de alguna u otra manera estamos en la circunstancia del litigio profesional. Me dará muchísimo gusto volver a contemplar a toda esa fauna de leguleyos, cruzando la alfombra roja… entre la hoguera de las vanidades y, mañana, la reseña de sociales, con fotografías, de quienes se ponen bellos con mi tocayo Xhergio o con “JL” para “EGOS” ¡Qué lindo! Todo el glamour y lo fhasion de nuestra ciudad en una reseña VIP… como en “Nace una Estrella”.
Ya en serio, y sin desmadre, que importante resulta enterarnos que se han limado asperezas y que los desacuerdos que existieron entre los juristas de la ciudad se desvanecieron para dar lugar al convivio y la fraternidad. Los picapleitos son como cualquier otro ser humano con aciertos y errores hay que tener paciencia. No hay razón para cargarles la mano. Aunque en este quehacer si algo se aprende es precisamente a mantener la ecuanimidad y el buen juicio. Un abogado inteligente debe tener sentido de la realidad, sentido común y sentido del humor. Por ello valiéndonos un cacahuate que cuente la gente los chistes que se les pegue la gana a costillas de los abogados. Vengan las indirectas para batear de jonrón. La vida debe uno sobrellevarla sin carga de amarguras o decepciones.
Ayer hablaba de esos detalles donde se hace escarnio injusto de la profesión de los abogados y, ya medio encabronado, puse el ejemplo de los contadores; por supuesto que entre los cuentachiles existen personas respetables y honestas. Conozco contadores que son fieles y leales a su causa, sensatos y prudentes, que cuando reconocen sus condiciones preguntan, consultan y pagan el asesoramiento jurídico, sin escatimar recursos; gente seria, metódica y exigente pero conscientes de sus limitaciones y alcances profesionales.
Son tiempos difíciles y peligrosos, creo que el país necesita más que nunca de la capacidad y el talento de sus hijos; en la próxima hablaremos con mayor reflexión sobre estos temas, pues no puede ser que los profesionistas y toda el ala intelectual de la nación permanezca al margen, ni nuestras conciencias sean tan apáticas, tan miserables y con tan pequeña carga de responsabilidad ciudadana para no llevar adelante esa ingente y superior tarea que es la de defender y coadyuvar con el Estado de Derecho que necesitamos preservar. Uno se desilusiona y eso no está bien… recurro mejor a mis versos y mis prosas para significar y felicitar a los abogados de Acayucan: El Poema de Amor Jurídico.
- ¿Por qué me dejaste amor? Si yo, reconozco jurídicamente que te amo; Cómo no apelar a ti? si fuiste mi recurso de amparo; mi tribunal de casación; mi unificador de sentimientos; mi única instancia.
- ¿Cómo no reconocer tus derechos posesorios sobre mí? Si en mi desarraigo fuiste mi domicilio constituido. O procesal (nunca supe la diferencia amor, ¿la hay?)
- Y aquellas noches de amor, oh!!!; Cómo olvidarlas!!!; si en ellas vivimos los hechos conducentes, que en definitiva, permitieron mi apertura a prueba.
- Y es cierto mi amor, sé que la documental no llegó a cumplirse, pero debes reconocer, al menos, que en la confesional mis sentimientos fueron más claros que nunca. Casi diría que hicieron plena prueba.
- Ay amor! ·Mi dulce exhorto!; Mi notificación válida, mi posesión legítima, aunque viciosa, mi sentencia favorable y definitiva: ¿por qué me abandonaste? ¿Por qué tuviste esa dura contestación a mi demanda? ¿Acaso no cabe, todavía, en tu corazón un recurso extraordinario? ¿Acaso no transarías, no conciliarías? ¿No homologarías, no acordarías?
- Mi amor, larga viene siendo mi espera, y mi quita; mi amor, el tiempo corre y los sentimientos caducan. ¿O prescriben? (Maldita confusión entre caducidad y prescripción!) ¿Sabes? Con este poema jurídico y amoroso, amoroso y jurídico espero revertir la carga de la prueba, espero tu última respuesta. Pero sin chicanas amor, que mi dolor no las toleraría.
- Es que no puedo negar que mis sentimientos entraron en cesación de pagos, pero por favor amor no me pidas la quiebra. Busquemos un acuerdo preconcursal o preventivo. Busquemos una salida, la que prefieras, porque si no amor, moriré. Moriré antes de que el proceso alimentario haya concluido.
- Mi caso es, cuánto te he amado! Y siempre con probidad y buena fe. ¿Y tu como me contestaste...? con temeridad y malicia, corriéndole traslado a otro, a un tercero, a un, perdón que lo diga, un 'penitus extranei' que rompió nuestro vínculo… “Hasta que llegó a tu alero aquel mal viento ladrón, yo se que tu corazón fue mío por vez primera, y que fue mía la acera de bajo de tu balcón”.
- Ay si la 'manus inectio' todavía existiera! ¿Imaginas mi amor con qué parte del cuerpo de ese 'extranei' me hubiera cobrado? Exactamente de ahí mi amor, imaginas bien.
- Y así y todo mi amor, mi viejo amor jurídico, me dejaste.
- Me dejaste amor, me dejaste, me dejas, me... ¡Porca miseria amor!
- Pero sabes? A medida que deslizo mi romántica pluma, sobre este retazo de papel o mejor dicho mientras aporreo el teclado de la computadora, receptor de emociones, me doy cuenta que lo nuestro nunca hubiera sido posible: ¿Cómo yo, un amante de veras, preparado con todos los encuentros universales de la literatura, pude enamorarme de ti, cometiendo este error de derecho inexcusable?.
- ¿QUIÉN DIJO QUE 'LOS ABOGADOS NO TIENEN CORAZÓN…?

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