jueves, 20 de agosto de 2009

DON JOSE ARANA: CON OLOR A TINTA

COLUMNA: CON RUMBO AL SUR

Por Angel Gabriel FERNANDEZ

¡”Ayyyyyyy, mamáaaaaaaaaa...”!

Esas eran sus palabras cuando, sonriente, don José Arana Alvarado entraba a la redacción del Diario de Acayucan. Llegaba siempre sudado, mochila al hombro, con su gorra de beisbolista.
No había quien lo parara cuando se sentaba a escribir. Sus notas deportivas eran impecables, hacía a veces hasta cinco o seis notas y todavía se daba el lujo de hacer unas notitas generales. Cuando traía sus centavitos, cooperaba para la Coca Cola, porque además de que le gustaba la “chela”, le encantaban las aguas negras del imperialismo yanqui.
--”Métemela, jefe”…
Así decía en broma cuando alguna de sus notitas se quedaba rezagada.
Don José Arana Alvarado era capaz de hacer una nota como indican los viejos cánones del periodismo: la entrada perfecta, las líneas contadas, los párrafos exactos. No escribía de más, pero tampoco de menos.
Nunca le encontré un error de ortografía. Aunque no fue a la escuela, sabía qué palabra se escribía con “c”, qué palabra con “s” y qué palabra con “z”. Jamás se le ocurrió escribir cajón con “g”.
Eran el de la experiencia. Narraba cuando empezó a trabajar en un diario en San Andrés Tuxtla, cuando llegó a Acayucan, cuando un político lo amenazó pistola en mano; hablaba de cuando trabajó en la Azufrera.
Don Pepe Arana contaba sus chistes eróticos:
“Una chava –contaba—le decía a su novio: hazme como perro. El novio, medio menso, le empezó a hacer: guau guau. Entonces la chamaca que andaba medio urgida, le recriminaba: no seas tonto, trábame y arrástrame, como los perros…”.
LAS FOTOS DEL FUTBOLISTA
Era un sábado. De esos días cuando los reporteros se dedican a flojonear y cuando los jefes de redacción se quieren ir temprano a sus casas o a resbalarse las cervezas de rigor, porque no hay periodista que no sea bohemio.
Don José Arana llegó con sus sigilosos pasos y dijo:
“Gabriel, voy a hacer una notita de un futbolista que se murió”.
Lo primero que se me vino a la mente fue que era una broma o de que por la radio o en la televisión se había enterado de que algún futbolista profesional había colgado los tacos. Pensé: en la madre: ya se murió o Ronaldinho o cuando menos el jorobado Cuauhtémoc Blanco. Pero no…
Se puso a escribir. A los 10 minutos dijo: “Ya está jefe; jáleme la nota”.
Era una nota de esas que se llaman “bikini”: diminuta pero cubriendo los puntos esenciales. Era, en realidad, un notón, un notición.
Se trataba de la muerte de un futbolista de Coatzacoalcos, de la categoría más 50, que había caído como fulminado por un rayo en la cancha de la unidad deportiva “Vicente Obregón Velard”. Ahí estaba la nota, bien redactada.
“A ver si te sirve para las policiacas”, dijo todavía don José Arana.
Y agregó: “aquí traigo las fotos…”.
Por ese trabajo fácil hubiera ganado cualquier premio de periodismo. Eran fotos oportunas, dramáticas pero oportunas:
El futbolista cayendo al suelo; el futbolista convulsionándose; un médico atendiéndolo, el mismo médico tratando de reanimarlo; los compañeros sacándole los tacos. Finalmente, el futbolista, ataviado con un bonito uniforme verde, bien muerto. Dramática secuencia. Obra, toda, de don José Arana Alvarado.
La nota, obviamente, no fue a parar a la sección policiaca. Fue a la primera plana, aderezada además con un artículo acerca de cómo deberían cuidarse los hombres de más de 50 años que gustan practicar el futbol.
Así era don José Arana, como periodista.
¿CÓMO ESTÁ JOSÉ LUIS…?
Lo visité hace como tres meses, en su casa de la colonia Revolución.
Ya no veía, pero su capacidad intelectual estaba intacta. Escuchaba y manoteaba. Estaba sin camisa. Lloró. Dijo que el alcohol lo estaba matando.
Volvió a llorar. Dijo que le daba gusto que lo hubiera visitado. Hizo hacia quien esto escribe un halago inmerecido: “Escribes muy bien…”.
Hablamos de noticias, de periódicos y de periodistas. Preguntó por el estado de salud de José Luis Ortega, pues sabía del incidente del director de NotiSUR.
--¿Cómo está José Luis?. Enojado, malhablado, profirió palabras insultantes contra el responsable de las lesiones del compañero periodista.
Le dijo a su esposa que me enseñara el reconocimiento que le dio el Club de Periodistas, entregado de manos del Secretario de Gobierno.
Ese era el José Arana hombre, compañero.
LA ESQUELA:MURIÓ DON ARANA
Hace algunos meses escribí en este mismo espacio que don José Arana se moría. Moría en la pobreza.
El reconocimiento no le alcanzó para tener una vida económicamente holgada.
No le alcanzó para dejar herencia a sus hijos o nietos.
No le alcanzaba ni para satisfacer su vicio.
No le alcanzó más que para agonizar en un hospital público. No le alcanzó más que para morir en la tristeza y en la pobreza de su casa. Pero ha de haber muerto feliz: porque fue periodista honrado.
Su pasión por las letras, su reconocimiento, un frío papel enmarcado, recibido entre aplausos, no le sirvió ni para limpiarse las lágrimas.
Ayer murió el periodista sanandrescano pero adoptado acayuqueño, don José Arana Alvarado.
Las mesas de formación, aquellas donde con “tipos” (letras de metal) se formaban las cabezas de 24, 36 y 48 puntos, están derramando lágrimas, porque don Pepe fue formador antes que reportero.
Los linotipos, aquellas máquinas que parecían infernales cuando echaban el humo del plomo y estaño que consumían, desde ayer sólo mandan líneas de dos columnas que dicen: “murió el maestro Arana…”.
“Flash” (así se llamaba su columna): murió el periodista José Arana Alvarado.

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